domingo, 1 de noviembre de 2009

“No hay inicio, no hay final” – música de fondo: “La danza de los mirlos”

Abres ventanas y miras a todas
A través de
y sin embargo tu eres el interior y el exterior
Todo es prestado nomás
Pero tuyo tanto que puedes defecar con olorcito.

Millones de radiografías a cada instante de la infinitud suprema, magnánima
De “Deus”, el “Águila”, “Shiva”, “Energía”, “…”, como quieras.

Soberbio en el buen sentido de la palabra
Trascendental, espontaneo, unico, salvaje, desgarrador, devastador, hermoso
El milagro de la Vida
Que respira, que se intoxica de tanto vivir y vomita y sigue viviendo, respirando cogiendo, bebiendo, masticando, demoliendo, defecando sobre “fesesitas” (derivación de la palabrota Fe, propia de librillos tipo manual de autoayuda, dos mas tres son cinco de la mañana. También sobre razones racionales de rutinas asesinas del alma - meando en este caso-) .
Revolcarse en poesía sagradamente sucia y disfrutar el aroma de la humanidad. Amen.
La conciencia, la integridad, la ética y el amor personal, el desvelo fulminante, la perdida, la nada posibilidad eterna, constante, amante perfecta.
Relinchan las pieles de los tambores imaginarios de mi batería de células espirituales.
No hay final.

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